En un mundo donde todo corre a mil, yo elijo la pausa. Una pausa que me invita a mirar, a observar con calma. Porque el ritmo lento de la observación me permite ver más allá de lo que a simple vista aparece, entender el valor real de los espacios y ofrecer algo más humano, más conectado. Para mí, todo empieza con una conexión. Y esa conexión no es instantánea, se construye observando con detalle, escuchando con atención y tomándose el tiempo para que las cosas pasen. Ese es mi estilo de trabajo, uno donde lo emocional y lo racional se entrelazan.
Entiendo que no es solo encontrar el lugar adecuado para alguien, sino armar un puente entre la persona y el lugar que va a habitar. Y esa construcción lleva tiempo, paciencia y, sobre todo, sensibilidad; como cualquier relación.
La búsqueda de Delfina: respirar antes de entrar.
Ahora mismo, estoy en medio de una búsqueda para Delfina. Ella vivió muchos años en el exterior, con la suerte de conocer a fondo la cultura de cada lugar donde estuvo. Tuvo una vida nómada, siempre de acá para allá, y ahora se enfrenta a un desafío diferente: no solo encontrar un hogar, sino también descubrir cómo debería ser ese lugar que va a llamar "casa". Y, entre todo eso, me pidió algo que pocas veces escucho: "Jimena, dame tiempo para aclimatarme." No es poca cosa. Después de tantos años en movimiento, necesita respirar, tomar aire, y dejar que la idea de asentarse vaya entrando de a poco.
Este es el punto donde mi rol de corredora da un paso más allá de la simple curaduría. Mi trabajo no es solo mostrar opciones y listo. Es acompañar, sentir el ritmo del otro, y darle ese espacio que necesita. Con Delfina, su pedido fue claro: dejar que todo fluya despacio, que el proceso no sea una carrera. Y yo, más que feliz, le doy el tiempo que necesita. Porque encontrar un hogar no es solo cuestión de elegir un lugar, es un proceso emocional que necesita su propio tiempo para madurar. Yo soy esa corriente cálida que acompaña, que no apura, que te deja respirar y pensar mientras te asesoro. Y cuando estés lista, ahí vamos, con todo.
Hacer curaduría no es solo filtrar propiedades. Es sentir el pulso de la persona que está buscando, es estar ahí, escuchar y acompañar. No siempre todo va rápido, a veces el proceso es lento, y está bien que así sea. Cada cliente tiene su propio tiempo. A veces es cuestión de ir de frente, de una, y otras, como con Delfina, todo tiene que tomar su ritmo. Y mi trabajo es estar ahí, respetando esos tiempos, acompañando desde un lugar de calma y paciencia.
Porque el hogar no es solo un espacio físico, es un reflejo del tiempo que le dedicás. No se trata de llenar metros cuadrados, sino de que esos metros empiecen a contarte algo, a devolverte lo que sos. En esa búsqueda, lo esencial es dar lugar al encuentro, sin forzarlo, dejar que el espacio y la persona se reconozcan mutuamente. Como en la vida, las mejores conexiones no se apresuran, simplemente suceden cuando ambos están listos. Y cuando eso pasa, lo sentís. Un hogar no se elige, se descubre.
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